lunes, 2 de julio de 2007

PASA LA VIDA

Hace un par de semanas, por motivos laborales, acudí a un pueblo de la Sagra. En mi periplo de retorno a la A-42, crucé un municipio de esos muchos que pueblan la inmensa meseta castellana, que definió de forma magistral en su obra Antonio Machado.

Era ese típico pueblo que se compone de una carretera comarcal que le cruza, escasas viviendas a ambos lados, una farmacia, un colegio, una iglesia y un ayuntamiento. Al cruzar el pueblo, solamente pude ver a un anciano de unos setenta años largos sentado en un banco. Entonces, me llamó poderosamente la atención, pero no fue por su vestimenta ni su pose, sino por su mirada.

La mirada de aquel octogenario era una mirada de derrota, la mirada de una persona que ya ha hecho todo en la vida, o mejor dicho, que ha hecho lo que ha podido y le han dejado, y solamente le queda esperar, consumir el tiempo vital que le quede y ver pasar la vida.

Entonces me vino a la cabeza una sensación estraña. Muchas veces actuamos como este anciano. Dejamos pasar la vida derrotados, esperando realmente que no ocurra nada. Gastamos nuestro tiempo en consumir productos que probablemente no nos aportan nada, trabajamos en trabajos que probablemente nos aportan nada para pagar religiosamente una hipotecas que nos atrapan en esa nada.

Entonces, finalmente, nos llega la edad de ese anciano, atrapándonos vilmente, y al hacer repaso de nuestra historia vital, solo nos queda seguir esperando...

Pongamos nuestros relojes en hora y vivámos.