jueves, 28 de febrero de 2008

CUANDO YA NO HAY PALABRAS




Sintió el peso del mundo sobre sus costillas. Estas, rebeldes, decidieron no hacer su trabajo, que era proteger sus pulmones, y empezaron a ceder lentamente. Notó que le faltaba el aire. Empezó a respirar aceleradamente, lo cual aumento aun más la sensación de agobio.



Sintió el precipicio a sus pies, interminable, y padeciendo de vértigo, la tentación de caer al vacío se hizo fuerte. Se incorporó, dejando atrás la mullida cama y empezó a mirar a su alrededor.



Todo estaba oscuro. Atinó a tientas a acercar su mano al interruptor y encendió la luz. Sus párpados se cerraron de inmediato en síntoma de protesta por aquel ataque virulento, y poco a poco, los pudo ir abriendo.



Ella estaba tumbada al lado, durmiendo placidamente. Recordó la discusión antes de dormirse y las palabras que una vez le dijo un gran amigo:” nunca te marches a dormir con un enfado, por que enraíza en tu corazón”. Lo cierto es que nunca había llegado a entender del todo este consejo, pero intuía que en el fondo algo de verdad tenía.



Se levantó y miró el despertador. Eran las tres del mañana. Fue a la cocina. Sacó un vaso de la estantería y lo llenó de agua.

La garganta seca y con restos de nicotina agradeció el detalle. Tomó una bocanada de aire puro para posteriormente encender un cigarro y tomar otra de humo.



Entonces la sensación de agobio volvió a el, y se dijo a si mismo que sentido tenía continuar con esto. Se preguntó que era ser feliz. Quizás no lo sabía, pero si sabía que lo que le sentía no era felicidad. Tenía una pena interior que no sabía contener.



El cigarro se consumió lentamente entre sus dedos. Pensó que lo mejor que podía hacer era intentar dormir, por que cuando uno duerme no piensa, no siente, solo puede tener sueños o pesadillas, de las cuales seguramente no se acordaría a la mañana siguiente.



Volvió a meterse en la cama y notó su presencia lejana. Nunca una cama de uno veinte le pareció tan grande.



A las siete de la mañana sonó el despertador. Ambos se levantaron, se asearon, desayunaron, prepararon el material de trabajo y salieron de la casa, dándose un cordial beso de despedida cuando ya no hay palabras.



En el metro, bajo la mirada perdida del resto de viajantes inmersos en sus propios pensamientos, se sintió sólo. Sólo rodeado de gente. Pensó en ella.



Pero la semilla de la pena había germinado en su corazón.


PD: La foto está tomada en Mallorca, cerca del aeropuerto.

7 comentarios:

Julio Vegas dijo...

Muy bueno. Y triste a la vez. Lo que fue y lo que es algo difícil de soportar, por lo que tendemos a mirar hacia otro lado y aquí no ha pasado nada. Pero pasa.

Y es así por culpa nuestra. Lo que nos valía al principio deja de servirnos y nos empeñamos en cambiarlo a nuestro antojo para acabar teniendo algo distinto, sin nada que ver con la simpleza de los primeros momentos, donde una cerveza, una sonrisa o una cena valían por todo.

Pero las personas fagocitamos momentos, los quemamos y los consumimos hasta no dejar nada. Así de claro. Y llegados a ese momento, sólo nos queda el pelear con los recuerdos, combate que se ha perdido antes de comenzar.

Igual que el consejo del amigo me ha parecido más que acertado, aquí va el mío: Si no queda palabras, no perdáis el tiempo. Estamos aquí dos días y pasarlo mal, por voluntad propia, es de gilipollas. Si no hay palabras, salid a buscarlas.

Anónimo dijo...

Cristina

Real como la vida misma, los caminos siguen y hay que andarlos, busquemos la felicidad en las cosas sencillas, en lo que está al alcance de la mano y dejemos de obsesionanos con cosas o personas que queremos nos faciliten la felicidad

Eres una de esas personas que estan al alcance de mi mano y me hacen feliz

Julio Vegas dijo...

¡Qué no haya confusiones! Tengo a mi querido hermano pensando que yo creía que esto era algo personal. tranquilo hombre, que ya sé que es ficción, que leí el 13x21 aquél día :)

Ficción que habrá alguno que se pueda aplicar y yo por ello, he dado mi opinión, esta sí, basada en mis experiencias.

Pero oye, muy bueno el texto ¡Estás que te sales!

dijo...

que historia...y que verdades...cuando la semilla germina, la soledad es interminable.
un abrazo

Sandra Garrido dijo...

Aún me sorpendes más con tu prosa, sí, me pusiste en situación.

Es una historia triste, una de tantas, hay muchas personas que viven en esa soledad acompañada, creo que es la peor de todas la que más carcome.

Un abrazo con aullido

dijo...

gracias por tus palabras... si no te molesta, también te agrego en mi blog...
mil besos
Rox

Gsús Bonilla dijo...

vamos descubriendo poco a poco
los caminos que conducen a una nada
que cada uno de nosotros siempre tiene ahí, a la vuelta de la esquina, pero hay algo muy a menudo
que nos hace cambiar de acera
y eso es lo bueno, lo malo es cuando no somos conscientes de ello.

el relato me suena a imagen de corto o de comic, no sé, esta muy
bien para acompañarlo con alguna visusal

saludos.